El principio de especificidad señala que un entrenamiento efectivo debe estar alineado con las características del deporte que se practica.[2] Cada deporte necesita estímulos específicos para desarrollar las habilidades de los atletas porque induce en el organismo diferentes respuestas cardíacas, respiratorias, musculares y metabólicas dependiendo de su duración, intensidad y forma.[5] Con niveles bajos de rendimiento o al iniciar el entrenamiento, los estímulos de carácter general provocan desequilibrios en todos los sistemas del cuerpo, lo que mejora el rendimiento. Sin embargo, al incrementarse la capacidad del deportista, los estímulos deben estar cada vez más localizados en los sistemas que se desean trabajar para lograr superar el umbral de adaptación.[4] Los entrenadores deben conocer minuciosamente las características del deporte para estimular el cuerpo de la manera requerida[4] y deben identificar las habilidades que es necesario trabajar mediante una evaluación de los requerimientos de la disciplina y de las competiciones de interés.[2]
Este principio obliga a los atletas a entrenarse en las características específicas de su modalidad deportiva, pero significa que deba dejarse de lado la preparación general. Mientras más amplio sea el conjunto de habilidades motoras ejercitadas por el deportista, más fácil le será desarrollar nuevas formas de movimiento relacionadas a su disciplina.

